jueves, 7 de julio de 2016

CAMINO A LA CIMA

Febrero 2013


"Siga el camino... el camino lo lleva", me contestó el anciano al preguntarle
por la tumba del poeta.
Hacía años que no venía a verlo y no estaba tan equivocado por cuál sendero 
subir hacia donde descansaba Vicente, en aquella cima desolada de uno de
los cerros de Cartagena.
El camino era largo y empinado a ratos. Todo parecía igual, solo que la 
pobreza se multiplicaba con los años por las orillas del camino de tierra,
vestido de árboles delgaduchos que se prolongaban hasta la misma tumba
del Vate.
El calor se hacía sentir al aproximadamente a la casa del poeta. Había arreglos 
en progreso en su morada terrenal.
Seguramente la estaban ambientando para dejarla como patrimonio cultural. 
Todavía no se podía entrar, la vivienda estaba resguardada por una extensa 
cerca de alambre, testimonial de su verso y su vida tan luminosa fugaz.

Continué subiendo el cerro, el viaje parecía interminable. Parecía como si
su tumba se alejase a medida que avanzaba. La presencia del poeta se 
palpaba y el entorno navegaba de creacionismo y cielo azul gaviota a la
distancia.
"El camino lo lleva", me había indicado el anciano y había que seguir 
construyéndolo... hacia la cima, siempre hacia la cima, donde siempre estuvo
Vicente en vida y ahora descansando, pero observando atentamente como
se deteriora su Cartagena con el paso del tiempo y de los hombres.
Ya me encontraba casi al final del camino y se lograba divisar la tumba
en la cima, rasguñando el cielo intenso.


El olor a campo merodeaba al lugar y su tumba que acogía una solitaria
flor roja sobre el cuerpo durmiente del Vate. 
Permanecí largo tiempo caminando y contemplando los alrededores,
volviendo de vez en cuando hacia la tumba a leer lo grabado en su lapida,
"Abrid esta tumba y verás el mar"; líneas que el mismo poeta había creado
en vida y que ahora acompañaban su propio sepulcro.

Que corta y cristalina fue la vida de Vicente Huidobro, tenía tan sólo 
55 años al morir. ¿Por qué te cansaste tan luego maestro?...

La tarde se marchaba como un suspiro, es así que me dispongo a volver
por el camino abajo hacia el pueblo abandonado de Cartagena; cada vez 
más descuidado, casi cayéndose a pedazos y con sus habitantes desolados
por tal abandono.
Sin embargo, no lejos de allí, viajando por la costa hacia el Norte, la pobreza
comienza a desaparecer y la afluencia a surgir por mar y tierra. 
Prácticamente en una hora se recorre todo Chile y su segmentación social.
Cartagena, dando el vamos en el Sur, "El balneario de los pobres" como se
le suele llamar, la periferia maloliente con sus alcantarillas que se desaguan
en las playas; luego "Las cruces", "El Tabo" y "El Quisco", donde ya divisan 
rostros más pudientes y casas en mejor estado de salud, y continuando 
más al Norte, a una hora de Cartagena nos encontramos con "Algarrobo",
con sus yates, casas y edificios lujosos, balneario para sectores del 
Jet-Set criollo, para aquellos que están arriba en la pirámide social.

Inclinándome para tocar la tumba con mi mano en señal de despedida, 
me alejo lentamente, miro al cielo y a lo lejos diviso a un tiuque que se
desplaza por los aires aproximándose hacia la tumba. 
En ese mismo momento, una gaviota se asoma en el paisaje y 
comienza a volar en círculos sobre el poeta que descansa. El tiuque 
sin perder determinación, se acerca tozudamente a la gaviota 
y vuela alrededor de ella en actitud desafiante. Por algunos minutos 
ambos se desplazaban en círculos sobre el refugio del Poeta, hasta 
que se hacen presente dos gaviotas más que viajaban en línea recta 
sobre el sepulcro. El tiuque, quizás sintiéndose en minoría, se aleja 
hasta convertirse en un punto en el horizonte.    
Mientras tanto las tres gaviotas todavía mantenían su vuelo sobre 
Vicente como cual guardianes cuidan a su maestro.  

Con tal representación celestial, a pleno azul con las gaviotas simbolizando
las fuerzas de la creación, y el tiuque las del 
anti - creacionismo que se marchaban en retirada, me iba tranquilo. 
El poeta no se quedaba solo.

El creacionismo seguía vivo, de cima en cima, de tumba en tumba...
de gaviota en gaviota...

Sin embargo Poeta,
Mejor sigue durmiendo, eres demasiado grande para este mundo tan 
a mal traer. Te decepcionarías de como el humano ha ido decayendo
como ser - pensante hundiéndose en la ignorancia de las fuerzas 
anti - creacionistas del mercado.

Mejor sigue durmiendo Poeta, sufrirías mucho al despertar y darte
cuenta que hoy día no se piensa, se consume.   No se crea, se copia.
El centro no es la mente sino lo banal e intrascendente.

Mejor sigue durmiendo Maestro, despierta en unos diez o quince años 
más cuando quizás hayamos recuperado algo de lo perdido en
conciencia, en donde las gaviotas sean multitud y ya puedas sentarte 
tranquilo en el escritorio de tu casa para seguir escribiendo.

Mejor sigue durmiendo,
Poeta
Hermano
porque hoy día
la realidad huele mal.


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