La noche se hacía
lejana
las estrellas
parpadeaban en mis ojos
nublados por el humo de
cigarros
que todavía respiraba
aún en la interperie
blanca
de las plazas y las
calles
Las caras deformadas y
gigantes
golpeaban mi visión
que volvía
repetidamente a mis zapatos
y al mareo de barca sin
destino
Los árboles eran mis
amigos
me abrazaban como
tenazas crepusculares
y me cubrían con mantos
nocturnos
para poder desaguar
mi cuerpo tembloroso
Caminé por calles sin
destino
tejiendo trayectorias invisibles
por vías sin sentido
con perros merodeando a
mis espaldas
y ladrando en mis oídos
La noche se hacía
lejana
y con este viaje
tambaleante
de tren sin conductor
solo deseaba poder ver
el sol
que se burlaba de mi a
cada paso
retardando su presencia
ante mis ojos.
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